Desde siempre hemos oído de nuestros abuelos paternos las condiciones tan duras en las que se vendimiaba: el transporte en carros de la uva desde las viñas a la cooperativa, las pocas ropas que llevaban o la insulsa comida con la que soportaban las largas horas de recolección.
Mi padre lo vivió desde niño, como tantos otros de su generación. Nos hizo ir a vendimiar desde pequeños, como algo natural y que, según él, era lo que había que hacer. Además, "con tractores, con radio, bien abrigados y encima pudiendo ir a comer a casa" no entendía cómo podíamos refunfuñar cuando nos despertaba antes de que amaneciese. Todavía se ve con fuerzas para seguir podando y mimando sus viñedos centarios de uva Bobal pero su cuerpo le va recordando que ya no es aquel jovenzuelo de extrema fuerza física y que ha llegado la hora de tomar una decisión casi salomónica.
Ve con profundo desconsuelo que ya no podrá cuidarlas y que se tiene que deshacer de sus propiedades. Ninguno de los hijos ha elegido su camino. por lo que todos sabemos, no se puede vivir solamente del campo. En estos momentos de glamour que vive el mundo del vino, es muy doloroso ver la situación en la que se encuentran los pequeños productores. Mi padre no quiere ver sus cepas arrancadas ni tampoco expropiadas para futuros e inciertos polígonos. Es la decisión más dura de toda su vida, una vida entregado en cuerpo y alma a cada sarmiento de sus cepas.
1 comentario:
Fantásticos documentos cargados de vivencias, penalidades y también alegrías era lo que había y había que vivirlo.
Me pare bien que Paco se resista a ese futuro que no le gusta (a mí tampoco), que lo haga mientras pueda, pero no se puede nadar siempre contra corriente, hay momentos en lo que hay que dejarse llevar por esta y disfrutar del momento, sobretodo cuando a lo que te opones no lo puedes “tratar” solo. Es preferible repartir alegrías que penas.
Un saludo a mi amigo.
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