De todas las procesiones religiosas que organiza la parroquia de mi pueblo, tengo una pequeña debilidad por la Procesión del Niño, el Domingo de Pascua.
Tiene siempre en común varios factores: el factor frío y sueño y el del encuentro con viejos amigos. De hecho, coincido allí con amigos que no suelo ver el resto del año. Es nuestro particular encuentro. Ver cómo nuestros hijos repiten lo que nosotros hicimos de pequeños.
Algunos años, el recorrido habitual se ha alterado por obras u otras razones.
La banda de música acompaña a los "mayores" en la subida.
Todavía no me he lanzado a ir con los mayores, y disfruto haciendo el recorrido con los niños que acuden. Por desgracia, cada vez hay menos y muchos repiten llevando en sus hombros al "Niñito".
La emoción llega cuando en el camino del cementerio, niños y madres se encuentran, representado tan simbólicamente esta Resurrección de Cristo.
Entonces algunas señoras de Caudete se ofrecen voluntarias para despojar a la Virgen de su manto negro, y vestirla de blanco. Se hace entonces un gran silencio mientras cumplen con este ritual. Y se reza. Para mi gusto sobran después los petardos y aplausos, pero como suelo respetar todo, me callo y pienso en lo que acabamos de vivir.
Espero poder asisitir muchos años más a esta procesión, junto a mis amigos, familia y vecinos de mi pueblo. Siempre con un especial recuerdo para aquellos que ya no están con nosotros.
1 comentario:
Hola Albertina, soy Reme o Mari Reme, como algunos todavía me llaman en Caudete.
Ha sido una grata sorpresa descubrir tu blog.
Para mi, la procesión del niño Jesús siempre ha sido muy especial y espero que mi hijo participe pronto en ella.
Saludos desde Valencia,
PS: La cuenta de identificación es la de mi marido Josep
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